Malagradecido
En este asunto del periodismo a veces somos lo que somos y nada más. La realidad nos hace simplemente profesionales. Hace unos días llegue a Telecentro, como de costumbre: Una agenda que cubrir y una computadora con las actualizaciones noticiosa del momento me esperaban, como de costumbre.
Ese día la Escuela Nacional de Ciegos realizaba una graduación, pero como no me tocaba a mí cubrir la noticia no le puse mucho asunto. En uno de esos giros repentinos iba de camino a la escuela de ciegos a cubrir la información.
Veinticuatro no videntes se graduaban en recepción y servicio al cliente. Al principio el ambiente se me tornó extraño, mi camarógrafo, una joven de diminuta figura de la Escuela de Ciegos y yo, éramos los únicos que veíamos el sol.
Viendo sus caras: Algunas con gafas oscuras, otras con los palpados cerrados, otras con ojos ausentes y otras perdidas en el infinito, me preguntaba cómo era su mundo: Sin ver el sol, sin ver las estrellas, sin ver a Carmen, sin ver el mar, sin ver una bandera del Licey, sin ver…….
Esta pregunta la respondió Amaro Brito cuando se levantó de su asiento para recibir su pergamino. Desde ése momento ya no sería simplemente un ciego, sería el no vidente que atiende la recepción de alguna oficina.
La alegría de Brito me dijo al oído que no le es necesario ver el sol para ser feliz, que su ceguera no era una maldición, como tal, sino, un valor adquirido para ser fuerte. He visto a muchas personas con visión que no harían el esfuerzo que él hizo durante tres meses para obtener un titulo.
En medio del salón ellos se llamaban entre si. Sabían donde estaba cada uno de sus compañeros; celebraban el momento sin importa nada más. Estaban orgullosos por lo que habían conseguido.
Yo me sentía inútil con un micrófono en la mano derecha. Sentía vergüenza de tener la vista y no ser tan agradecido como ellos. De vez en cuando ayudaba a los menos diestros a conducirse por el salón, pero uno con otro se guiaban con la voz.
¡Y yo tanto que me quejo! ¡Y yo que pienso que todos los problemas del mundo son míos¡ Quizás, y sin querer serlo, si fuera ciego sería más agradecido.
Ese día la Escuela Nacional de Ciegos realizaba una graduación, pero como no me tocaba a mí cubrir la noticia no le puse mucho asunto. En uno de esos giros repentinos iba de camino a la escuela de ciegos a cubrir la información.
Veinticuatro no videntes se graduaban en recepción y servicio al cliente. Al principio el ambiente se me tornó extraño, mi camarógrafo, una joven de diminuta figura de la Escuela de Ciegos y yo, éramos los únicos que veíamos el sol.
Viendo sus caras: Algunas con gafas oscuras, otras con los palpados cerrados, otras con ojos ausentes y otras perdidas en el infinito, me preguntaba cómo era su mundo: Sin ver el sol, sin ver las estrellas, sin ver a Carmen, sin ver el mar, sin ver una bandera del Licey, sin ver…….
Esta pregunta la respondió Amaro Brito cuando se levantó de su asiento para recibir su pergamino. Desde ése momento ya no sería simplemente un ciego, sería el no vidente que atiende la recepción de alguna oficina.
La alegría de Brito me dijo al oído que no le es necesario ver el sol para ser feliz, que su ceguera no era una maldición, como tal, sino, un valor adquirido para ser fuerte. He visto a muchas personas con visión que no harían el esfuerzo que él hizo durante tres meses para obtener un titulo.
En medio del salón ellos se llamaban entre si. Sabían donde estaba cada uno de sus compañeros; celebraban el momento sin importa nada más. Estaban orgullosos por lo que habían conseguido.
Yo me sentía inútil con un micrófono en la mano derecha. Sentía vergüenza de tener la vista y no ser tan agradecido como ellos. De vez en cuando ayudaba a los menos diestros a conducirse por el salón, pero uno con otro se guiaban con la voz.
¡Y yo tanto que me quejo! ¡Y yo que pienso que todos los problemas del mundo son míos¡ Quizás, y sin querer serlo, si fuera ciego sería más agradecido.
Este asunto de la vida… estas diferencias al nacer… estas diferencias al crecer… Buen articulo Sr. Polanco. Al final la felicidad no esta en la vista, ni en los sonidos… ella anda por otros lugares que no podemos tocar ni ver…
ResponderBorrarJosé Armando, sé perfectamente lo que se siente. Hace unos años visité ese mismo lugar junto a Ignacio Ramírez, uno de los mejores fotoperiodistas ´(y mejor ser humano) que conozco.
ResponderBorrarUn par de niñas invidentes cantaban una canción mientras se balanceban en un columpio en el patio. No sabían si era de día o de noche. Ni quienes estaban a su lado.
Sin embargo la alegría y el agradecimiento con que se expresaban, como tu bien dices, nos hizo pensar mucho.
A Ignacio le conmovió hasta las lágrimas, yo fui un poco más fuerte y no me expresé en ese momento.
Pero sí, somos desagradecidos, con tantas cosas como tenemos y nso quejamos todos los dias.
Debemos dar gracias al creador por todo lo que tenemos y por lo que no tenemos.
Sol Valdez
Js, es la mejor dewcripccion de la mier....
ResponderBorrarQuizas la falta de uno de los sentidos les hace desarrollar los demás, sus oídos son más agudos, el tecto lo desarrollan a tal punto que los billetes tienen unas figuras geométricas en relieve que los que podemos verla no la sentimos y ellos pueden saber de que denominación es el mismo, buen artículo
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